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Pasen, Pasen , Entren y Vean, por José Morales

BODEGÓN DE VERDURASPasen, pasen, entren y vean. Contemplen. Llénense por dentro. Están ante un Maestro del pincel y la amistad, Leonardo -Leonardo Fernández-, que es de quien se trata es único e irrepetible, porque como dice otro maestro, el maestro Alcántara, se sabe de antiguo que en Andalucía ca uno es ca uno, y Leonardo es uno de ellos.

Lleva a sus lienzos la sinfonía del color, el primor de los pespuntes, las gotas de agua que chorrean por las frutas o el perfume que dejan las rosas -”libro entreabierto que se puede leer, con los ojos cerrados”, las llamó Rilke- , en el jarrón, cuando, ajadas, nos han dado lo mejor de sí mismas. Leonardo marca diferencias con los bodegones del XVII, porque  la  suya es naturaleza viva que nos acompaña, y que a fuerza de verla todos los días es más nuestra; con los contemporáneos porque, en sus cuadros, además, lleva la luz, la luz del Sur, la sagrada luz del Sur.

Sus atardeceres son largos, nostálgicos, sugerentes, como los barcos que pasan frente a su casa, porque Leonardo se ha echado por vecino al Mediterráneo para cuando quiere alargar la vista, un poco más, sólo un poco más allá de las macetas de geranios que llenan el balcón de su casa.

No están ante un pintor más. O, si me apuran, ante uno de los grandes que Málaga aporta a la historia de la pintura de hoy. No. Leonardo es más. Bastante más. Leonardo es síntesis de trabajo y buen gusto, de superarse a sí mismo, de lo concienzudo y del detalle que se plasma en las gotas de agua que se quedan en sus uvas redondas, sensuales, ahítas de zumo y néctar.  La pintura de Leonardo es diálogo entre el espectador que se acerca al cuadro y, después de contener la respiración, con un suspiro se le escapa del alma, la exclamación: ¡Dios!

Acude ahora Leonardo Fernández a Barcelona, a la ciudad donde “todo se ha cocido y se ha cosido”, la ciudad modernita por excelencia, la ciudad de la vanguardia en el arte con una muestra pictórica que asombra por su madurez, por la perfección de trazos, por sus paisajes íntimos… Pasen, pasen, entren, contemplen, llénense por dentro. No lo van a olvidar.

La Galería abre también sus puertas para que entren las niñas: la que ve el amanecer desde la playa y,  la que  degusta la sandía fresca, fruta de verano, sentada en el poyete de cerámica; los mariscos traídos al lienzo desde el mostrador de la decimonónica Casa de Guardia en una Málaga que fue y ya no es; o los limones de Álora, blanca y “Bien cercada”, que se asoma por la ventana para convidarse, ¿ustedes gustan? con la exquisitez del plato de sopas perotas.

Pasen, contemplen, llénense. De seguro que no lo van a olvidar.

José Morales

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