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Insuperable Técnica y Estilo Propio, por Pedro J. Ortega

VACAS PASTANDONos encontramos, una vez más, ante las obras de uno de los artistas veteranos de esta galería, donde quizás nos ha maravillado unas doce de veces. Estamos delante de la obra pictórica de Leonardo Fernández, un malagueño que nació con un pincel en la mano y que ha conseguido tanto en los cuadros de su tierra como en los del norte de África, tanto en los exteriores como en los patios de Sevilla, Málaga o Córdoba, tanto en sus flores como en esos grifos que siempre manan agua fresca, recoger de una forma sutil y a la vez viva, el sol y la luz de la tierra y el mar, con una naturalidad y una frescura que rezuman arte y sal por los cuatro costados.

Es uno de los grandes del arte malagueño y andaluz desde hace mucho tiempo, por su estilo propio y su insuperable técnica en desarrollar sus bodegones, sus flores, sus patios, sus fuentes, sus retratos de niños, y por esa otra forma de enfrentarse a la vez con la obra cercana y el paisaje de fondo, dividiendo la escena, como harían los modernos directores teatrales o como hizo el gran Velázquez en su famoso cuadro de Cristo en la casa de Marta y María.

Leonardo se siente a sus anchas ante paisajes urbanos y rurales, o como se siente ante esos zocos arábigos del norte de África, consiguiendo unas composiciones que son, a la par que muy del momento, como una especie de homenaje a grandes artistas de otras épocas, logrando de una forma muy palpable un colorido y una luminosidad propios de su tierra, y más concretamente de su Málaga natal. Auténticas obras maestras evocadoras de tiempos y costumbres ancestrales, sencillez beatífica de los paisajes campesinos o de esos patios donde florece el limonero.

Desde que tenía 9 añitos tiene los pinceles en las manos, y ha sabido unir la sabia maestría lograda con el paso del tiempo con la técnica impecable de quien ha estudiado a fondo cuanto realiza. Es un polifacético, tanto en cuanto a los temas que elige como en la manera de enfocarlos, y siempre con éxito, y sin que haya quedado encasillado nunca. Pero es cuando pinta el agua cuando su obra llega a las máximas cotas de naturalidad, cuando consigue que su humedad llegue a impregnar el material que el pintor utiliza, que la frescura de caños y fuentes se sienta no sólo con los ojos, sino también con el oído y el tacto, porque escuchamos sus murmullos y tenemos la tentación de tocar, para darnos cuenta de que el agua no es real, sino arte e imaginación.

Casi sería necesario un libro para describir las actividades de este hombre, pero baste con citar, además de sus lienzos, que es un maestro del cartel, de la realización de campañas publicitarias, de la creación de logotipos, estandartes procesionales, palios de las Vírgenes de su tierra, retratos de personajes, como el del propio Rey y de otros muchos, conocidos o desconocidos para el gran público; calendarios, portadas de libros y revistas, aunque siempre queda muy por encima su propia personalidad, que se manifiesta en esa tan andaluza facilidad para incluir un cuadro dentro de otro, a la velazqueña manera.

Es como un renacentista traspasado a nuestra época, con todas las virtudes de aquellos genios de las bellas artes. Por ello y, sobre todo. por su forma de ver y entender la pintura, ha sido designado como miembro de la Academia Malagueña de las Ciencias y las Humanidades de Santo Tomás.

Su forma de pensar y de actuar con los pinceles le lleva a dominar el dibujo y el color, dando una gran viveza a sus obras, tanto en el retrato como en el paisaje, tanto en los temas íntimos, como en los que abarque campo amplio de visión, pero dejándonos su impresión de madurez, la que heredó de los padres de la escuela malagueña del XIX, a los que no tiene nada que envidiar.

Pedro J. Ortega

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