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Álora, en la Pintura de Leonardo Fernández, por José Morales

PUEBLO DE ÁLORAAcude Leonardo -Leonardo Fernández- una vez más a tierras catalanas (Galería d´art E. Arimany, en Rambla Nova, 20, Tarragona) donde el próximo fin de semana, del 6 al 19 de mayo, cuelga una treintena de obras dentro del más puro estilo continuador de la pintura realista malagueña del siglo XIX.

Lleva Leonardo a sus lienzos, la luz, el agua, la transparencia del aire: la vida misma que, a fuer de ver cada día a nuestro lado, como que casi no echamos cuenta de ella, cuando estamos inmersos en esa realidad y, lo que es más, somos lo que somos, porque es la que nos condiciona y nos hace sentir de ésta y no de otra manera.

Es ya casi una constante la presencia de Álora en la pintura de Leonardo. Tiene el pintor malagueño un sentimiento especial con estas tierras del interior de la provincia de Málaga. Entre lo que muestra en tierras tarraconenses -flores vivas en jarrones de cerámicas, el agua que cae del grifo, la pesca recién cobrada de la mar azul…- un bodegón dice cómo es Álora.

En primer plano, sobre un plato de cerámica, uvas (moscateles y tintas) escoltadas por peras y manzanas. Por el marco de la ventana una panorámica blanca e impoluta del pueblo: cal blanca, tejados pardos, ventanas que encierran intimidad y la silueta del campanario del templo de la Encarnación; al fondo, montañas lejanas, nubes medianas en el cielo azul, y el campo verde.

Está Leonardo Fernández en un momento espléndido de realización. Aporta madurez y buen gusto. Su obra es Málaga viva. Chorrean -en sus cuadros- las gotas de agua clara o la luminosidad del patio; dominador del detalle, entabla un diálogo permanente con el espectador que se acerca a su obra.

Continuador del arte decimonónico y de lo que, en su día, llevaron al lienzo Ocón Rivas, Moreno Carbonero, Denis… y, ahora, cuando no más se han abierto las puerta del XXI se ofrece con la maestría propia de quien aún nos sorprende, cada día, con algo nuevo que no deja indiferente a nadie.

José Morales

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